Liban, 2015, LV1
¿Qué aspectos de la noción “Espacios e intercambios” este dossier permite ilustrar? (15 líneas)
A Virgilio no le gustaba leer
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
A Virgilio no le gustaba leer. Más aún: Virgilio odiaba leer. Cierto que la palabra “odiar” es fuerte, espantosa, pero… era la realidad. Cogió manía a los libros. Eran gordos, estaban llenos de letras, de palabras que no entendía, y contaban historias que no le interesaban lo más mínimo. Leer era como estudiar. Y estudiar había que hacerlo para aprender, no ser un ignorante, sacarse un diploma para encontrar un trabajo. Pero leer no era ninguna necesidad. Su padre no leía libros. Su madre no leía libros. Y estaban tal cual, ¿no? Trabajaban como locos para sacar la casa adelante como cualquier familia. Cierto que su padre le decía aquello de:
- Estudia Virgilio, estudia, o serás un burro1 como yo, que no tuve tus oportunidades.
Leer. Semejante tortura mental no podía ser buena. Y no era el único que pensaba así, por lo cual deducía que tampoco iba desencaminado del todo. Salvo algunos listillos2, en su clase, al menos un tercio opinaba lo mismo. Así que cuando la profesora, la señorita Esperanza, les dijo aquello, se armó la revolución. - Este trimestre vamos a leer este libro, y después vendrá el autor a hablar con nosotros.
Media docena de chicos y chicas de la clase se emocionaron mucho. Iban a ver un escritor de carne y hueso. Virgilio creía que todos los escritores estaban muertos, o si no, que eran muy viejos, viejísimos. O sea, que se sorprendió por la noticia. Le provocó cierta curiosidad que disimuló. Luego, al salir, hubo comentarios para todos los gustos.
- Será un muermo3, seguro.
- Sí, un señor mayor, calvo, barrigón, con un bastón, cara de pocos amigos…
- ¡Qué aburrimiento!
El libro que tenían que leer era de los “gordos”. Y sin dibujos. Tenían tres meses para leerlo. A los pocos días, la media docena de entusiastas que esperaba la visita como agua de mayo4, ya comentaban y discutían entre sí aspectos de la novela, lo mucho que les había gustado, lo bien que escribía el escritor, lo fascinante de la historia. Un mes después, el libro seguía sobre su mesa de trabajo, en casa. Dos meses después, Virgilio seguía sin tocar el libro. Y cada vez más compañeros, cuando concluían su lectura, se manifestaban entusiasmados y emocionados con ella. Le picaba la curiosidad pero nada más. Así sin darse cuenta, comenzó a transcurrir el tercer mes. El escritor daría su charla una semana después. Aquella misma noche, acorralado, furioso, lleno de amargura, Virgilio cogió la novela y empezó a leerla. Una página. Dos. Ni siquiera se dio cuenta. A la tercera, ya estaba enganchado.
1 Un burro: un âne
2 Algunos listillos: quelques "intellos"
3 Un muermo = un momento de aburrimiento
4 Como agua de mayo = con muchas ganas
La visita del escritor
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
El escritor no era viejo, ni estaba calvo, ni tenía barriga, ni ponía cara de que le doliera algo ni llevaba bastón. Más bien era todo lo contrario: cincuenta años, una abundante melena, muy delgado, sonreía y bromeaba a cada momento y vestía de manera informal. En lugar de sentarse en la silla, se sentó encima de la mesa. Destilaba una energía total. Cuando empezó a hablar, su voz sonó como un flagelo1. A los cinco minutos, a Virgilio y a sus compañeros ya les dolían las mandíbulas de tanto reírse. A los diez, sin embargo, estaban callados como tumbas, para no perderse un ápice2 de aquel torrente verbal. Casi ni se dieron cuenta de lo rápido que empezaron a transcurrir los minutos de aquella hora. […]
- ¿Qué queréis que os diga? A mí me salvó la vida leer, porque yo nací pobre, tartamudo3, y según todo el mundo era un inútil. No recuerdo nada de lo que he estudiado, pero sí recuerdo todo lo que he leído. Y si lees cada día, es como hacer tres carreras. Además, leer es mágico. Un libro es como un disco, una película, un videojuego. Es puro entretenimiento.
1 Un flagelo: un fouet
2 Un ápice: (ici) une miette
3 Tartamudo: qui bégaie
Sarah Lark en la feria del libro de Zaragoza
Ángel M. Gregoris, El Heraldo de Aragón, 31/05/2014.
Sarah Lark fue la encargada de abrir ayer los encuentros con los lectores de la edición número 30 de la Feria del Libro de Zaragoza. La alemana, afincada en Almería, firmó1 ejemplares de todos sus libros y atendió a todos los que se acercaron hasta la caseta de la feria. […]
Los asistentes intercambiaron sus opiniones con la autora y alabaron2 su forma de escribir. "No puedo viajar mucho y gracias a sus libros he podido llegar hasta Nueva Zelanda sin moverme de casa", aseguró Rosa Figuer, una de sus lectoras, que también destacó que no era mucho de leer, pero que Lark le había conquistado. En esta misma línea, Raquel Segura, la primera en llevarse su libro firmado, resaltó la manera que tiene la autora de enlazar las historias y crear personajes entrañables. "Sus novelas son de las que no puedes soltar hasta que no te las acabas", subrayó.
1 Firmar: signer
2 Alabar = elogiar
Quelle phrase permet de conclure le sujet "quels aspects de la notion "Espaces et Échanges" ce dossier permet-il d'illustrer"?
A Virgilio no le gustaba leer
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
A Virgilio no le gustaba leer. Más aún: Virgilio odiaba leer. Cierto que la palabra “odiar” es fuerte, espantosa, pero… era la realidad. Cogió manía a los libros. Eran gordos, estaban llenos de letras, de palabras que no entendía, y contaban historias que no le interesaban lo más mínimo. Leer era como estudiar. Y estudiar había que hacerlo para aprender, no ser un ignorante, sacarse un diploma para encontrar un trabajo. Pero leer no era ninguna necesidad. Su padre no leía libros. Su madre no leía libros. Y estaban tal cual, ¿no? Trabajaban como locos para sacar la casa adelante como cualquier familia. Cierto que su padre le decía aquello de:
- Estudia Virgilio, estudia, o serás un burro1 como yo, que no tuve tus oportunidades.
Leer. Semejante tortura mental no podía ser buena. Y no era el único que pensaba así, por lo cual deducía que tampoco iba desencaminado del todo. Salvo algunos listillos2, en su clase, al menos un tercio opinaba lo mismo. Así que cuando la profesora, la señorita Esperanza, les dijo aquello, se armó la revolución. - Este trimestre vamos a leer este libro, y después vendrá el autor a hablar con nosotros.
Media docena de chicos y chicas de la clase se emocionaron mucho. Iban a ver un escritor de carne y hueso. Virgilio creía que todos los escritores estaban muertos, o si no, que eran muy viejos, viejísimos. O sea, que se sorprendió por la noticia. Le provocó cierta curiosidad que disimuló. Luego, al salir, hubo comentarios para todos los gustos.
- Será un muermo3, seguro.
- Sí, un señor mayor, calvo, barrigón, con un bastón, cara de pocos amigos…
- ¡Qué aburrimiento!
El libro que tenían que leer era de los “gordos”. Y sin dibujos. Tenían tres meses para leerlo. A los pocos días, la media docena de entusiastas que esperaba la visita como agua de mayo4, ya comentaban y discutían entre sí aspectos de la novela, lo mucho que les había gustado, lo bien que escribía el escritor, lo fascinante de la historia. Un mes después, el libro seguía sobre su mesa de trabajo, en casa. Dos meses después, Virgilio seguía sin tocar el libro. Y cada vez más compañeros, cuando concluían su lectura, se manifestaban entusiasmados y emocionados con ella. Le picaba la curiosidad pero nada más. Así sin darse cuenta, comenzó a transcurrir el tercer mes. El escritor daría su charla una semana después. Aquella misma noche, acorralado, furioso, lleno de amargura, Virgilio cogió la novela y empezó a leerla. Una página. Dos. Ni siquiera se dio cuenta. A la tercera, ya estaba enganchado.
1 Un burro: un âne
2 Algunos listillos: quelques "intellos"
3 Un muermo = un momento de aburrimiento
4 Como agua de mayo = con muchas ganas
La visita del escritor
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
El escritor no era viejo, ni estaba calvo, ni tenía barriga, ni ponía cara de que le doliera algo ni llevaba bastón. Más bien era todo lo contrario: cincuenta años, una abundante melena, muy delgado, sonreía y bromeaba a cada momento y vestía de manera informal. En lugar de sentarse en la silla, se sentó encima de la mesa. Destilaba una energía total. Cuando empezó a hablar, su voz sonó como un flagelo1. A los cinco minutos, a Virgilio y a sus compañeros ya les dolían las mandíbulas de tanto reírse. A los diez, sin embargo, estaban callados como tumbas, para no perderse un ápice2 de aquel torrente verbal. Casi ni se dieron cuenta de lo rápido que empezaron a transcurrir los minutos de aquella hora. […]
- ¿Qué queréis que os diga? A mí me salvó la vida leer, porque yo nací pobre, tartamudo3, y según todo el mundo era un inútil. No recuerdo nada de lo que he estudiado, pero sí recuerdo todo lo que he leído. Y si lees cada día, es como hacer tres carreras. Además, leer es mágico. Un libro es como un disco, una película, un videojuego. Es puro entretenimiento.
1 Un flagelo: un fouet
2 Un ápice: (ici) une miette
3 Tartamudo: qui bégaie
Sarah Lark en la feria del libro de Zaragoza
Ángel M. Gregoris, El Heraldo de Aragón, 31/05/2014.
Sarah Lark fue la encargada de abrir ayer los encuentros con los lectores de la edición número 30 de la Feria del Libro de Zaragoza. La alemana, afincada en Almería, firmó1 ejemplares de todos sus libros y atendió a todos los que se acercaron hasta la caseta de la feria. […]
Los asistentes intercambiaron sus opiniones con la autora y alabaron2 su forma de escribir. "No puedo viajar mucho y gracias a sus libros he podido llegar hasta Nueva Zelanda sin moverme de casa", aseguró Rosa Figuer, una de sus lectoras, que también destacó que no era mucho de leer, pero que Lark le había conquistado. En esta misma línea, Raquel Segura, la primera en llevarse su libro firmado, resaltó la manera que tiene la autora de enlazar las historias y crear personajes entrañables. "Sus novelas son de las que no puedes soltar hasta que no te las acabas", subrayó.
1 Firmar: signer
2 Alabar = elogiar
Quelle phrase souligne que la lecture est un voyage ?
A Virgilio no le gustaba leer
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
A Virgilio no le gustaba leer. Más aún: Virgilio odiaba leer. Cierto que la palabra “odiar” es fuerte, espantosa, pero… era la realidad. Cogió manía a los libros. Eran gordos, estaban llenos de letras, de palabras que no entendía, y contaban historias que no le interesaban lo más mínimo. Leer era como estudiar. Y estudiar había que hacerlo para aprender, no ser un ignorante, sacarse un diploma para encontrar un trabajo. Pero leer no era ninguna necesidad. Su padre no leía libros. Su madre no leía libros. Y estaban tal cual, ¿no? Trabajaban como locos para sacar la casa adelante como cualquier familia. Cierto que su padre le decía aquello de:
- Estudia Virgilio, estudia, o serás un burro1 como yo, que no tuve tus oportunidades.
Leer. Semejante tortura mental no podía ser buena. Y no era el único que pensaba así, por lo cual deducía que tampoco iba desencaminado del todo. Salvo algunos listillos2, en su clase, al menos un tercio opinaba lo mismo. Así que cuando la profesora, la señorita Esperanza, les dijo aquello, se armó la revolución. - Este trimestre vamos a leer este libro, y después vendrá el autor a hablar con nosotros.
Media docena de chicos y chicas de la clase se emocionaron mucho. Iban a ver un escritor de carne y hueso. Virgilio creía que todos los escritores estaban muertos, o si no, que eran muy viejos, viejísimos. O sea, que se sorprendió por la noticia. Le provocó cierta curiosidad que disimuló. Luego, al salir, hubo comentarios para todos los gustos.
- Será un muermo3, seguro.
- Sí, un señor mayor, calvo, barrigón, con un bastón, cara de pocos amigos…
- ¡Qué aburrimiento!
El libro que tenían que leer era de los “gordos”. Y sin dibujos. Tenían tres meses para leerlo. A los pocos días, la media docena de entusiastas que esperaba la visita como agua de mayo4, ya comentaban y discutían entre sí aspectos de la novela, lo mucho que les había gustado, lo bien que escribía el escritor, lo fascinante de la historia. Un mes después, el libro seguía sobre su mesa de trabajo, en casa. Dos meses después, Virgilio seguía sin tocar el libro. Y cada vez más compañeros, cuando concluían su lectura, se manifestaban entusiasmados y emocionados con ella. Le picaba la curiosidad pero nada más. Así sin darse cuenta, comenzó a transcurrir el tercer mes. El escritor daría su charla una semana después. Aquella misma noche, acorralado, furioso, lleno de amargura, Virgilio cogió la novela y empezó a leerla. Una página. Dos. Ni siquiera se dio cuenta. A la tercera, ya estaba enganchado.
1 Un burro: un âne
2 Algunos listillos: quelques "intellos"
3 Un muermo = un momento de aburrimiento
4 Como agua de mayo = con muchas ganas
La visita del escritor
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
El escritor no era viejo, ni estaba calvo, ni tenía barriga, ni ponía cara de que le doliera algo ni llevaba bastón. Más bien era todo lo contrario: cincuenta años, una abundante melena, muy delgado, sonreía y bromeaba a cada momento y vestía de manera informal. En lugar de sentarse en la silla, se sentó encima de la mesa. Destilaba una energía total. Cuando empezó a hablar, su voz sonó como un flagelo1. A los cinco minutos, a Virgilio y a sus compañeros ya les dolían las mandíbulas de tanto reírse. A los diez, sin embargo, estaban callados como tumbas, para no perderse un ápice2 de aquel torrente verbal. Casi ni se dieron cuenta de lo rápido que empezaron a transcurrir los minutos de aquella hora. […]
- ¿Qué queréis que os diga? A mí me salvó la vida leer, porque yo nací pobre, tartamudo3, y según todo el mundo era un inútil. No recuerdo nada de lo que he estudiado, pero sí recuerdo todo lo que he leído. Y si lees cada día, es como hacer tres carreras. Además, leer es mágico. Un libro es como un disco, una película, un videojuego. Es puro entretenimiento.
1 Un flagelo: un fouet
2 Un ápice: (ici) une miette
3 Tartamudo: qui bégaie
Sarah Lark en la feria del libro de Zaragoza
Ángel M. Gregoris, El Heraldo de Aragón, 31/05/2014.
Sarah Lark fue la encargada de abrir ayer los encuentros con los lectores de la edición número 30 de la Feria del Libro de Zaragoza. La alemana, afincada en Almería, firmó1 ejemplares de todos sus libros y atendió a todos los que se acercaron hasta la caseta de la feria. […]
Los asistentes intercambiaron sus opiniones con la autora y alabaron2 su forma de escribir. "No puedo viajar mucho y gracias a sus libros he podido llegar hasta Nueva Zelanda sin moverme de casa", aseguró Rosa Figuer, una de sus lectoras, que también destacó que no era mucho de leer, pero que Lark le había conquistado. En esta misma línea, Raquel Segura, la primera en llevarse su libro firmado, resaltó la manera que tiene la autora de enlazar las historias y crear personajes entrañables. "Sus novelas son de las que no puedes soltar hasta que no te las acabas", subrayó.
1 Firmar: signer
2 Alabar = elogiar
Quelle phrase permet de souligner la richesse des échanges entre un lecteur et un écrivain qu'il rencontre ?
A Virgilio no le gustaba leer
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
A Virgilio no le gustaba leer. Más aún: Virgilio odiaba leer. Cierto que la palabra “odiar” es fuerte, espantosa, pero… era la realidad. Cogió manía a los libros. Eran gordos, estaban llenos de letras, de palabras que no entendía, y contaban historias que no le interesaban lo más mínimo. Leer era como estudiar. Y estudiar había que hacerlo para aprender, no ser un ignorante, sacarse un diploma para encontrar un trabajo. Pero leer no era ninguna necesidad. Su padre no leía libros. Su madre no leía libros. Y estaban tal cual, ¿no? Trabajaban como locos para sacar la casa adelante como cualquier familia. Cierto que su padre le decía aquello de:
- Estudia Virgilio, estudia, o serás un burro1 como yo, que no tuve tus oportunidades.
Leer. Semejante tortura mental no podía ser buena. Y no era el único que pensaba así, por lo cual deducía que tampoco iba desencaminado del todo. Salvo algunos listillos2, en su clase, al menos un tercio opinaba lo mismo. Así que cuando la profesora, la señorita Esperanza, les dijo aquello, se armó la revolución. - Este trimestre vamos a leer este libro, y después vendrá el autor a hablar con nosotros.
Media docena de chicos y chicas de la clase se emocionaron mucho. Iban a ver un escritor de carne y hueso. Virgilio creía que todos los escritores estaban muertos, o si no, que eran muy viejos, viejísimos. O sea, que se sorprendió por la noticia. Le provocó cierta curiosidad que disimuló. Luego, al salir, hubo comentarios para todos los gustos.
- Será un muermo3, seguro.
- Sí, un señor mayor, calvo, barrigón, con un bastón, cara de pocos amigos…
- ¡Qué aburrimiento!
El libro que tenían que leer era de los “gordos”. Y sin dibujos. Tenían tres meses para leerlo. A los pocos días, la media docena de entusiastas que esperaba la visita como agua de mayo4, ya comentaban y discutían entre sí aspectos de la novela, lo mucho que les había gustado, lo bien que escribía el escritor, lo fascinante de la historia. Un mes después, el libro seguía sobre su mesa de trabajo, en casa. Dos meses después, Virgilio seguía sin tocar el libro. Y cada vez más compañeros, cuando concluían su lectura, se manifestaban entusiasmados y emocionados con ella. Le picaba la curiosidad pero nada más. Así sin darse cuenta, comenzó a transcurrir el tercer mes. El escritor daría su charla una semana después. Aquella misma noche, acorralado, furioso, lleno de amargura, Virgilio cogió la novela y empezó a leerla. Una página. Dos. Ni siquiera se dio cuenta. A la tercera, ya estaba enganchado.
1 Un burro: un âne
2 Algunos listillos: quelques "intellos"
3 Un muermo = un momento de aburrimiento
4 Como agua de mayo = con muchas ganas
La visita del escritor
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
El escritor no era viejo, ni estaba calvo, ni tenía barriga, ni ponía cara de que le doliera algo ni llevaba bastón. Más bien era todo lo contrario: cincuenta años, una abundante melena, muy delgado, sonreía y bromeaba a cada momento y vestía de manera informal. En lugar de sentarse en la silla, se sentó encima de la mesa. Destilaba una energía total. Cuando empezó a hablar, su voz sonó como un flagelo1. A los cinco minutos, a Virgilio y a sus compañeros ya les dolían las mandíbulas de tanto reírse. A los diez, sin embargo, estaban callados como tumbas, para no perderse un ápice2 de aquel torrente verbal. Casi ni se dieron cuenta de lo rápido que empezaron a transcurrir los minutos de aquella hora. […]
- ¿Qué queréis que os diga? A mí me salvó la vida leer, porque yo nací pobre, tartamudo3, y según todo el mundo era un inútil. No recuerdo nada de lo que he estudiado, pero sí recuerdo todo lo que he leído. Y si lees cada día, es como hacer tres carreras. Además, leer es mágico. Un libro es como un disco, una película, un videojuego. Es puro entretenimiento.
1 Un flagelo: un fouet
2 Un ápice: (ici) une miette
3 Tartamudo: qui bégaie
Sarah Lark en la feria del libro de Zaragoza
Ángel M. Gregoris, El Heraldo de Aragón, 31/05/2014.
Sarah Lark fue la encargada de abrir ayer los encuentros con los lectores de la edición número 30 de la Feria del Libro de Zaragoza. La alemana, afincada en Almería, firmó1 ejemplares de todos sus libros y atendió a todos los que se acercaron hasta la caseta de la feria. […]
Los asistentes intercambiaron sus opiniones con la autora y alabaron2 su forma de escribir. "No puedo viajar mucho y gracias a sus libros he podido llegar hasta Nueva Zelanda sin moverme de casa", aseguró Rosa Figuer, una de sus lectoras, que también destacó que no era mucho de leer, pero que Lark le había conquistado. En esta misma línea, Raquel Segura, la primera en llevarse su libro firmado, resaltó la manera que tiene la autora de enlazar las historias y crear personajes entrañables. "Sus novelas son de las que no puedes soltar hasta que no te las acabas", subrayó.
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Quel argument permet de souligner que la lecture d'un livre est liée à la notion d'"Espaces et échanges"?
A Virgilio no le gustaba leer
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
A Virgilio no le gustaba leer. Más aún: Virgilio odiaba leer. Cierto que la palabra “odiar” es fuerte, espantosa, pero… era la realidad. Cogió manía a los libros. Eran gordos, estaban llenos de letras, de palabras que no entendía, y contaban historias que no le interesaban lo más mínimo. Leer era como estudiar. Y estudiar había que hacerlo para aprender, no ser un ignorante, sacarse un diploma para encontrar un trabajo. Pero leer no era ninguna necesidad. Su padre no leía libros. Su madre no leía libros. Y estaban tal cual, ¿no? Trabajaban como locos para sacar la casa adelante como cualquier familia. Cierto que su padre le decía aquello de:
- Estudia Virgilio, estudia, o serás un burro1 como yo, que no tuve tus oportunidades.
Leer. Semejante tortura mental no podía ser buena. Y no era el único que pensaba así, por lo cual deducía que tampoco iba desencaminado del todo. Salvo algunos listillos2, en su clase, al menos un tercio opinaba lo mismo. Así que cuando la profesora, la señorita Esperanza, les dijo aquello, se armó la revolución. - Este trimestre vamos a leer este libro, y después vendrá el autor a hablar con nosotros.
Media docena de chicos y chicas de la clase se emocionaron mucho. Iban a ver un escritor de carne y hueso. Virgilio creía que todos los escritores estaban muertos, o si no, que eran muy viejos, viejísimos. O sea, que se sorprendió por la noticia. Le provocó cierta curiosidad que disimuló. Luego, al salir, hubo comentarios para todos los gustos.
- Será un muermo3, seguro.
- Sí, un señor mayor, calvo, barrigón, con un bastón, cara de pocos amigos…
- ¡Qué aburrimiento!
El libro que tenían que leer era de los “gordos”. Y sin dibujos. Tenían tres meses para leerlo. A los pocos días, la media docena de entusiastas que esperaba la visita como agua de mayo4, ya comentaban y discutían entre sí aspectos de la novela, lo mucho que les había gustado, lo bien que escribía el escritor, lo fascinante de la historia. Un mes después, el libro seguía sobre su mesa de trabajo, en casa. Dos meses después, Virgilio seguía sin tocar el libro. Y cada vez más compañeros, cuando concluían su lectura, se manifestaban entusiasmados y emocionados con ella. Le picaba la curiosidad pero nada más. Así sin darse cuenta, comenzó a transcurrir el tercer mes. El escritor daría su charla una semana después. Aquella misma noche, acorralado, furioso, lleno de amargura, Virgilio cogió la novela y empezó a leerla. Una página. Dos. Ni siquiera se dio cuenta. A la tercera, ya estaba enganchado.
1 Un burro: un âne
2 Algunos listillos: quelques "intellos"
3 Un muermo = un momento de aburrimiento
4 Como agua de mayo = con muchas ganas
La visita del escritor
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
El escritor no era viejo, ni estaba calvo, ni tenía barriga, ni ponía cara de que le doliera algo ni llevaba bastón. Más bien era todo lo contrario: cincuenta años, una abundante melena, muy delgado, sonreía y bromeaba a cada momento y vestía de manera informal. En lugar de sentarse en la silla, se sentó encima de la mesa. Destilaba una energía total. Cuando empezó a hablar, su voz sonó como un flagelo1. A los cinco minutos, a Virgilio y a sus compañeros ya les dolían las mandíbulas de tanto reírse. A los diez, sin embargo, estaban callados como tumbas, para no perderse un ápice2 de aquel torrente verbal. Casi ni se dieron cuenta de lo rápido que empezaron a transcurrir los minutos de aquella hora. […]
- ¿Qué queréis que os diga? A mí me salvó la vida leer, porque yo nací pobre, tartamudo3, y según todo el mundo era un inútil. No recuerdo nada de lo que he estudiado, pero sí recuerdo todo lo que he leído. Y si lees cada día, es como hacer tres carreras. Además, leer es mágico. Un libro es como un disco, una película, un videojuego. Es puro entretenimiento.
1 Un flagelo: un fouet
2 Un ápice: (ici) une miette
3 Tartamudo: qui bégaie
Sarah Lark en la feria del libro de Zaragoza
Ángel M. Gregoris, El Heraldo de Aragón, 31/05/2014.
Sarah Lark fue la encargada de abrir ayer los encuentros con los lectores de la edición número 30 de la Feria del Libro de Zaragoza. La alemana, afincada en Almería, firmó1 ejemplares de todos sus libros y atendió a todos los que se acercaron hasta la caseta de la feria. […]
Los asistentes intercambiaron sus opiniones con la autora y alabaron2 su forma de escribir. "No puedo viajar mucho y gracias a sus libros he podido llegar hasta Nueva Zelanda sin moverme de casa", aseguró Rosa Figuer, una de sus lectoras, que también destacó que no era mucho de leer, pero que Lark le había conquistado. En esta misma línea, Raquel Segura, la primera en llevarse su libro firmado, resaltó la manera que tiene la autora de enlazar las historias y crear personajes entrañables. "Sus novelas son de las que no puedes soltar hasta que no te las acabas", subrayó.
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Quel argument souligne qu'il n'est pas nécessaire de connaître l'auteur pour échanger avec lui ?
A Virgilio no le gustaba leer
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
A Virgilio no le gustaba leer. Más aún: Virgilio odiaba leer. Cierto que la palabra “odiar” es fuerte, espantosa, pero… era la realidad. Cogió manía a los libros. Eran gordos, estaban llenos de letras, de palabras que no entendía, y contaban historias que no le interesaban lo más mínimo. Leer era como estudiar. Y estudiar había que hacerlo para aprender, no ser un ignorante, sacarse un diploma para encontrar un trabajo. Pero leer no era ninguna necesidad. Su padre no leía libros. Su madre no leía libros. Y estaban tal cual, ¿no? Trabajaban como locos para sacar la casa adelante como cualquier familia. Cierto que su padre le decía aquello de:
- Estudia Virgilio, estudia, o serás un burro1 como yo, que no tuve tus oportunidades.
Leer. Semejante tortura mental no podía ser buena. Y no era el único que pensaba así, por lo cual deducía que tampoco iba desencaminado del todo. Salvo algunos listillos2, en su clase, al menos un tercio opinaba lo mismo. Así que cuando la profesora, la señorita Esperanza, les dijo aquello, se armó la revolución. - Este trimestre vamos a leer este libro, y después vendrá el autor a hablar con nosotros.
Media docena de chicos y chicas de la clase se emocionaron mucho. Iban a ver un escritor de carne y hueso. Virgilio creía que todos los escritores estaban muertos, o si no, que eran muy viejos, viejísimos. O sea, que se sorprendió por la noticia. Le provocó cierta curiosidad que disimuló. Luego, al salir, hubo comentarios para todos los gustos.
- Será un muermo3, seguro.
- Sí, un señor mayor, calvo, barrigón, con un bastón, cara de pocos amigos…
- ¡Qué aburrimiento!
El libro que tenían que leer era de los “gordos”. Y sin dibujos. Tenían tres meses para leerlo. A los pocos días, la media docena de entusiastas que esperaba la visita como agua de mayo4, ya comentaban y discutían entre sí aspectos de la novela, lo mucho que les había gustado, lo bien que escribía el escritor, lo fascinante de la historia. Un mes después, el libro seguía sobre su mesa de trabajo, en casa. Dos meses después, Virgilio seguía sin tocar el libro. Y cada vez más compañeros, cuando concluían su lectura, se manifestaban entusiasmados y emocionados con ella. Le picaba la curiosidad pero nada más. Así sin darse cuenta, comenzó a transcurrir el tercer mes. El escritor daría su charla una semana después. Aquella misma noche, acorralado, furioso, lleno de amargura, Virgilio cogió la novela y empezó a leerla. Una página. Dos. Ni siquiera se dio cuenta. A la tercera, ya estaba enganchado.
1 Un burro: un âne
2 Algunos listillos: quelques "intellos"
3 Un muermo = un momento de aburrimiento
4 Como agua de mayo = con muchas ganas
La visita del escritor
Jordi Sierra i Fabra, El fabuloso mundo de las letras, 2008.
El escritor no era viejo, ni estaba calvo, ni tenía barriga, ni ponía cara de que le doliera algo ni llevaba bastón. Más bien era todo lo contrario: cincuenta años, una abundante melena, muy delgado, sonreía y bromeaba a cada momento y vestía de manera informal. En lugar de sentarse en la silla, se sentó encima de la mesa. Destilaba una energía total. Cuando empezó a hablar, su voz sonó como un flagelo1. A los cinco minutos, a Virgilio y a sus compañeros ya les dolían las mandíbulas de tanto reírse. A los diez, sin embargo, estaban callados como tumbas, para no perderse un ápice2 de aquel torrente verbal. Casi ni se dieron cuenta de lo rápido que empezaron a transcurrir los minutos de aquella hora. […]
- ¿Qué queréis que os diga? A mí me salvó la vida leer, porque yo nací pobre, tartamudo3, y según todo el mundo era un inútil. No recuerdo nada de lo que he estudiado, pero sí recuerdo todo lo que he leído. Y si lees cada día, es como hacer tres carreras. Además, leer es mágico. Un libro es como un disco, una película, un videojuego. Es puro entretenimiento.
1 Un flagelo: un fouet
2 Un ápice: (ici) une miette
3 Tartamudo: qui bégaie
Sarah Lark en la feria del libro de Zaragoza
Ángel M. Gregoris, El Heraldo de Aragón, 31/05/2014.
Sarah Lark fue la encargada de abrir ayer los encuentros con los lectores de la edición número 30 de la Feria del Libro de Zaragoza. La alemana, afincada en Almería, firmó1 ejemplares de todos sus libros y atendió a todos los que se acercaron hasta la caseta de la feria. […]
Los asistentes intercambiaron sus opiniones con la autora y alabaron2 su forma de escribir. "No puedo viajar mucho y gracias a sus libros he podido llegar hasta Nueva Zelanda sin moverme de casa", aseguró Rosa Figuer, una de sus lectoras, que también destacó que no era mucho de leer, pero que Lark le había conquistado. En esta misma línea, Raquel Segura, la primera en llevarse su libro firmado, resaltó la manera que tiene la autora de enlazar las historias y crear personajes entrañables. "Sus novelas son de las que no puedes soltar hasta que no te las acabas", subrayó.
1 Firmar: signer
2 Alabar = elogiar